En México, la inclusión de personas con discapacidad se sigue percibiendo como un “nice to have”: algo bonito o altruista que realiza el área de Recursos Humanos. Sin embargo, esta visión es equivocada y limita el verdadero potencial del talento. “La inclusión debe entenderse como una estrategia empresarial, no como filantropía”, enfatiza Fernando Estrada Franco, Director Ejecutivo de Éntrale.

En entrevista, explica que no asumir la inclusión como un componente estratégico genera procesos de reclutamiento llenos de filtros innecesarios, sesgos y requisitos adicionales que no se aplican al resto de los candidatos. “Por buscar al ‘correcto’, perdemos al ‘espectacular’, advierte.

Para superar estas barreras, señala, la inclusión debe integrarse a los objetivos del negocio y reconocerse como un motor que fortalece la marca empleadora. Las personas con discapacidad aportan creatividad, resiliencia y adaptación —habilidades esenciales en cualquier empresa—, pero que suelen quedar opacadas por prejuicios arraigados desde la infancia.

Estrada subraya que hacer de la inclusión un auténtico “must” implica reconocer el valor que generan estas experiencias de vida. “La persona que ha enfrentado barreras toda su vida desarrolla creatividad; quien adquirió una discapacidad y sigue trabajando demuestra resiliencia; quien se adapta día a día aporta flexibilidad real. Son habilidades que todas las empresas buscan, pero cuando llegan candidatos que las poseen, nos enfocamos más en lo que les falta que en lo que tienen”.

El directivo, cuya iniciativa forma parte del Consejo Mexicano de Negocios y que ha acompañado a más de 800 empresas en la implementación de estrategias de inclusión que promueven el desarrollo de talento y la sostenibilidad, recalca que una organización incluyente es aquella que valora, respeta y escucha a todas las personas. “No basta con decir ‘tengo 10% de plantilla con discapacidad’ si esas personas no tienen voz ni voto, o si viven con miedo de hablar”.

Para ilustrar la importancia de la sensibilización, menciona casos donde decisiones basadas en prejuicios llevaron a excluir talento. Esto demuestra, dice, la urgencia de generar experiencias reales de convivencia que ayuden a derribar estereotipos y transformar la cultura interna. “La cultura no cambia de un día para otro. Se construye educando, sensibilizando y entendiendo que cada persona tiene una historia que merece ser escuchada”.

“La cultura no cambia de la noche a la mañana. Hace unos años, con el boom del happiness, muchos creían que poner mesas de ping-pong y cervezas los viernes era suficiente para transformar el ambiente laboral. Pero eso no es cultura.

“La cultura se construye. Y el primer paso es educar a la gente, hacer que entienda. Cambiar la forma de pensar de una persona es muy difícil. No pasa en un día. Requiere trabajo constante y diferentes estrategias: a unos les llega por el corazón; a otros, por la razón. Y tienes que trabajar ambas vías”, puntualiza.

A pesar de algunos retrocesos, como el temor de ciertas empresas a participar en mediciones públicas, los avances son notables: políticas de no discriminación, ajustes razonables y comunicación accesible ya forman parte del ADN de muchas organizaciones, cuando hace pocos años ni siquiera existían.

En este contexto, el Premio Éntrale reconoce a las empresas que logran romper esa fricción interna y aplicar prácticas innovadoras. Un caso destacado es el de Profuturo, ganadora con la campaña Historias que inspiran, donde las personas con discapacidad se presentan desde su identidad profesional —no desde su discapacidad— y comparten los retos que enfrentan cada día. El mensaje es contundente: la inclusión no consiste en “ver a todos por igual”, sino en valorar la lucha de cada persona.

Este reconocimiento distingue a empresas que avanzan más allá del discurso, promoviendo iniciativas que derriban barreras actitudinales y sesgos inconscientes mediante relatos auténticos que sensibilizan, generan empatía y transforman la cultura organizacional.

Para concluir, Estrada subraya que la práctica más determinante para convertir la inclusión en un motor de innovación es la política de ajustes razonables. “Dar a cada persona las herramientas adecuadas permite contratar por mérito, no por lástima, y crea condiciones reales para que todos alcancen su máximo potencial. Esa es la verdadera inclusión que transforma a las empresas”.

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