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Después del Pride, la inclusión laboral en México sigue siendo un espejismo

Las iniciativas pro inclusión no se han traducido en una cultura de equidad real, afectando el bienestar, la confianza y el crecimiento profesional de millones de trabajadores.

POR Redaccion, 13:52 - 03 de Julio del 2025
Después del Pride, la inclusión laboral en México sigue siendo un espejismo

Aunque la mayoría de las empresas en México cuentan con políticas formales de no discriminación, persiste una brecha significativa entre estas declaraciones y la experiencia vivida por colaboradores pertenecientes a la comunidad LGBTQ+ y otros grupos en situación de vulnerabilidad. Así lo revela el informe Factor Wellbeing 2024, elaborado por el Instituto del Propósito y Bienestar Integral (IPBI) de la Universidad Tecmilenio.

De acuerdo con el reporte, sólo el 43 por ciento de las organizaciones cuentan con comités o grupos formales de representación para colectivos como la comunidad LGBTQ+ o personas con discapacidad. Esta ausencia limita la capacidad de estos grupos para incidir en decisiones, expresar sus necesidades o impulsar cambios estructurales dentro de sus lugares de trabajo.

La problemática central radica en que este grupo tiene 2.5 veces más probabilidades de desarrollar trastornos como ansiedad o depresión, debido al fenómeno conocido como estrés de minorías, que surge de la discriminación, invisibilización, el miedo al rechazo y la necesidad constante de ocultar su identidad, según Ilan Meyer, investigador de UCLA.

Frente a esta realidad, el IPBI propone una hoja de ruta concreta para avanzar hacia culturas organizacionales más justas, inclusivas y auténticas, que vayan más allá del cumplimiento superficial de políticas:

  • Capacitación profunda y continua en diversidad, equidad e inclusión (DEI), que aborde sesgos inconscientes, microagresiones y prácticas excluyentes. Estas formaciones deben integrarse al ADN de la organización, no limitarse a eventos esporádicos.
  • Escucha activa a voces subrepresentadas, a través de canales confidenciales, espacios seguros y grupos de afinidad con incidencia real. Las políticas deben construirse con quienes viven las realidades que buscan transformar.
  • Estructuras formales con poder de decisión, como comités de diversidad o consejerías inclusivas, que supervisen la aplicación de las políticas y brinden acompañamiento en casos de discriminación.
  • Medición del bienestar organizacional de forma desagregada, considerando variables como identidad de género, orientación sexual o condición de discapacidad, para detectar brechas y diseñar acciones focalizadas.
  • Representación diversa en los puestos de liderazgo, para derribar techos de cristal, cemento o concreto que siguen frenando el desarrollo profesional de muchas personas por razones ajenas a su talento o desempeño.

“La inclusión no es una estrategia cosmética. Es una responsabilidad ética, humana y social”, enfatiza Rosalinda Ballesteros, Directora del IPBI. “Los colaboradores no evalúan a las empresas por lo que dicen, sino por lo que viven. Si no pueden mostrarse tal como son ni sentirse seguros, la inclusión no se logra. Garantizar bienestar organizacional y emocional no es un complemento: es un pilar fundamental para que la inclusión sea auténtica y sostenible”.

 

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