Para tener un trabajador feliz es necesario que cuente con un empleo agradable y estable que cumpla con sus aspiraciones y valores: salario remunerador y llevarnos bien con los compañeros del entorno, señaló María del Rosario Silva Arciniega, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
“El trabajo no debe percibirse como una carga aniquilante o un castigo”, apuntó la universitaria durante su participación en el programa radiofónico Vida Cotidiana. Sociedad en Movimiento, transmitido por Radio UNAM, con el tema Estrés laboral: enemigo silencioso del bienestar.
“Pero para sentir amor por nuestro trabajo y no considerarlo una carga, debemos tener las condiciones mínimas positivas para desarrollarlo a plenitud”, destacó la especialista.
En este sentido sugirió evitar que alguien nos diga lo que como seres humanos debemos ser; como colaboradores, sí, de pronto nos darán directrices y debemos aceptarlas, pero siempre mantener la autoestima, el autoconcepto, la identidad de quién se es y del valor que se tiene. No permitir que los otros nos excluyan y nos controlen de mala manera.
Explicó que el estrés laboral genera en los seres humanos una gama de padecimientos físicos y psicológicos por la sobrecarga de actividades, condiciones deficientes, problemas interpersonales, inseguridad y errónea definición de roles.
A lo anterior se suma la falta de apoyo de jefes o supervisores, “en lugar de ello te encuentras con mandos bastante castrantes, controladores y excluyentes; todo ello nos afecta”, añadió.
Carecer de seguridad laboral, aunado a los trayectos que las personas realizan en la Ciudad de México para llegar a su centro de trabajo, es probable que eleve la tensión y “eso es algo en lo que nuestro país es un ejemplo”.
Este estado de agobio se manifiesta en reacciones físicas y emocionales dañinas que ocurren cuando las exigencias del empleo no se ajustan a las capacidades, los recursos o necesidades del personal y pueden expresarse de diversas maneras con un impacto significativo en su salud corporal y mental.
Las primeras son más observables en nuestro organismo como gastritis, colitis, laringitis, accidentes de trabajo, ausentismo continuo por enfermedad; en tanto que las emocionales, que no son visibles, pueden implicar trastornos del estado de ánimo, psicosomáticos y de la personalidad, entre otros.
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