Recuerdo mis primeros días en una de las Business School con las que colaboro. Antes de entrar a clase tomábamos café con el equipo charlando distendidamente de mil y una cosas. En uno de esos previos, mi jefa se acercó a preguntarme cómo me sentía con mi nuevo puesto. Mi respuesta fue clara: “¿Sabes? Me lo paso tan bien aquí que lo haría, aunque no me pagaran”

Aunque han pasado bastantes años desde esa conversación, esta tarde regresó a mi memoria. Volvió a mí cuando una amiga me contaba justo lo contrario al referirse a la empresa de la que acaba de despedirse. “No hay dinero en el mundo que pague trabajar en ese sitio”, me decía.

Al comentar con ella lo sucedido, me ha pasado además otra cosa. Su disgusto me desvela que mi frase del desayuno y el sentimiento que le acompaña sigue operando sin que yo me dé cuenta. Aquella expresión aparentemente insignificante, realmente marca mi vida.

Y es tal cual: cuando tomo una decisión ante un nuevo reto profesional, ahora observo que, de manera más o menos consciente, siempre me pregunto lo mismo: “¿lo haría, aunque no me pagaran?”. Y siempre también, la respuesta determina el desenlace.

La felicidad en lo laboral debe prevalecer sobre cualquier otro asunto. Es “vital” (literalmente) dedicarse a algo que ilusione y dé sentido al madrugar, a los atascos y al cansancio. Es clave para nuestra vida porque como mínimo, pasamos un tercio de nuestro día trabajando. Si a ello sumas que otro tercio lo pasamos durmiendo, si tu trabajo no te gusta, ¿se podría decir que vives 8 horas al día?... ¡Qué escasa dedicación a algo tan bello como es vivir!

No son pocos los que afirman que se trabaja solamente por dinero. Suelen ser los mismos que añaden que es suficiente con nutrirse e ilusionarse por lo que le pasa en el entorno privado. Y es verdad que, de ahí, de lo personal, podemos sacar gran parte de nuestro “alimento motivacional” para seguir adelante. Pero ¿no ven que se puede ganar mucho más si se dedican a algo que les apasiona?

Si lo piensas bien, trabajar en algo que te gusta es como hacerle trampas al destino. Es como ganarle tiempo al tiempo. Ganar horas de vida. Minutos de existencia que, de otro modo, se pierden el gris difuso de la desidia.

Y conste que no quiero sonar a argumento facilón de libro de autoayuda barata. Naturalmente comprendo que hay situaciones en las que se puede elegir poco. Pero, también te digo que lo cortés no quita lo valiente. Aunque ya no trago sin condiciones aquello del “querer es poder”, mi posición es firme: los obstáculos no pueden servir de excusa.

Si te identificas con lo último que menciono, decirte que hay vías para lograr la felicidad en lo profesional. El recorrido es bastante claro y lo primero es preguntarte qué te ilusiona. Qué te haría despertar feliz por comenzar una nueva jornada cada mañana. Por si te sirve, si quieres te presto mi pregunta: ¿a qué te dedicarías, aunque no te pagaran?

Sabiendo eso ya lo tienes todo y lo que sigue es fácil: trazar un plan. Elabora una hoja de ruta que te conduzca a tu sueño profesional. Ya está.

Puede que por el camino necesites acogerte a soluciones intermedias que no te agraden tanto. Pero recuerda, es por tu sueño. Abraza y trata con cariño a esos elementos porque también ellos te acercan a tu destino. A ese trabajo que realmente te “mueve”. A esa situación en la que, cuando llegues, verás el mundo de otra manera. Espacio en el que la escala de grises se convierte en policromía brillante.

Lugar, en definitiva, en el que le ganarás tiempo a la vida.

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