El talento líquido no solo ejecuta, sino que transforma. Identificarlo y nutrirlo ya no es opcional, sino vital para competir: Estrella Vázquez.
Colaboradores capaces de adaptarse con rapidez a entornos cambiantes, aprender nuevas habilidades casi de inmediato, motivados por el aprendizaje continuo, con gusto por la colaboración y, sobre todo, con una resiliencia que no solo les permite superar desafíos, sino provocarlos para crecer. A estas personas se les conoce como talento líquido.
Así lo define Estrella Vázquez, CEO de Time2Growth, quien detalla los rasgos que caracterizan a esta fuerza laboral emergente: “No hablamos solo de habilidades técnicas, sino de competencias clave como la adaptabilidad, el aprendizaje autodirigido y el pensamiento sistémico. Son personas con curiosidad constante, que conectan ideas entre áreas, mejoran procesos y resultados más allá de su rol formal”.
Este tipo de talento actúa como un puente natural entre equipos. Salta de un proyecto a otro aportando valor real, se adapta rápidamente, y se siente cómodo con la ambigüedad y el cambio. Mientras algunas personas se resisten, por ejemplo, a una nueva interfaz en una aplicación, el talento líquido se entusiasma por descubrir cómo aprovecharla mejor.
Estrella Vázquez —quien lidera una organización especializada en cultura organizacional— enumera, en entrevista, algunas acciones concretas que permiten desarrollar este tipo de perfil dentro de las empresas:
Para Vázquez, cada vez más empresas están dispuestas a invertir en estas competencias, impulsadas por la velocidad con la que cambia el mercado: “Sumar y restar ya no basta; mañana habrá que dividir y pasado, multiplicar. Las compañías que no fomenten esa versatilidad pagarán altos costos de rotación”.
Entre las iniciativas que favorecen el desarrollo de talento líquido, destaca:
Desde su visión, en cinco años dejará de tener sentido una descripción de puesto tradicional: “En lugar de encasillar a las personas, se definirá el resultado esperado y se les dará espacio para aportar donde más valor generan”.
También compartió otras prácticas que están ayudando a acelerar la transición hacia una cultura de talento líquido:
Muchas de estas prácticas ya existían, señala Vázquez, pero ahora empiezan a verse como parte integral de una estrategia de talento líquido.
En cuanto a los desafíos, uno de los más importantes es la gestión de expectativas: este tipo de talento necesita autonomía y retos constantes, lo cual puede chocar con culturas organizacionales rígidas o jerárquicas. Además, como suelen decir “sí” a todo, pueden terminar sobrecargados o en riesgo de burnout. La clave es que las organizaciones gestionen su carga y que ellos aprendan a decir que no.
Finalmente, resalta la importancia del bienestar emocional como parte de la estrategia empresarial: “Al introducir el bienestar en serio —más allá de las pausas activas— hemos incorporado las emociones al negocio. Todos, no solo los líderes, debemos aprender a gestionarlas: reconocer qué nos frustra, cómo contenerlo en equipo y actuar con inteligencia emocional”.
Y concluye: “La inteligencia emocional ya no es solo para no pelearse en casa. Es una habilidad de negocio, tan importante como saber leer un estado financiero. Sin ella, ninguna estrategia de talento líquido puede sostenerse”.
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