Saber organizar la semana para que sea realmente productiva es un ejercicio consciente que requiere aplicar técnicas adecuadas y, sobre todo, un cambio de mentalidad, explica Marc Bara, profesor del Máster en Project Management de EAE Business School. “La diferencia entre vivir cada día apagando fuegos y avanzar hacia objetivos significativos —no solo en lo laboral, también en lo personal— está en desarrollar el mindset correcto sobre lo que significa ser productivo”, sostiene.
Según el experto, muchas personas caen en dos errores comunes al organizar su agenda: priorizar lo que parece más urgente y atender lo que resulta más cómodo. “La productividad real viene de enfocarse en lo que importa a largo plazo, no en lo que grita más fuerte”, puntualiza.
Entre los errores más frecuentes, Bara menciona la llamada trampa de la urgencia: atender tareas que aparentan ser impostergables —como responder de inmediato un correo electrónico— mientras se posponen actividades estratégicas que podrían transformar la carrera profesional, pero que no tienen una fecha límite definida. “El resultado es vivir en modo apagar fuegos, atendiendo lo urgente de otros mientras nuestros propios objetivos quedan en segundo plano”, advierte.
Otro mito extendido es creer que estar ocupado equivale a ser productivo. Esta idea se ha reforzado con la popularidad de la multitarea, que normaliza dividir la atención en varios frentes. “Cada cambio tiene costos cognitivos. Perder tiempo y energía mental en reorientarse genera más errores y reduce la fluidez del trabajo”, explica.
A estos obstáculos se suman las llamadas “anti-tareas”: acciones aparentemente inofensivas, como mantener el correo abierto todo el día, revisar el celular de manera constante o atender reuniones improvisadas. Todas ellas fragmentan la concentración e impiden entrar en un flujo de trabajo sostenido.
Para transformar este enfoque, Bara propone tres acciones clave:
Finalmente, el profesor de EAE Business School enfatiza la importancia de aprender a decir “no” de manera estratégica. “No se trata solo de rechazar propuestas malas, sino de filtrar aquellas que, aunque atractivas, no están alineadas con nuestras prioridades”, concluye.
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