Pues con la felicidad pasa exactamente lo mismo: hablar el idioma de la felicidad no garantiza el éxito en su gestión y desarrollo en las organizaciones; pero no hablarlo, sí que asegura el fracaso. Sí, has leído bien: la felicidad tiene su propio idioma.

Se llama dirfeling y se conjuga en gerundio. Primero, porque es un idioma in process. Y segundo, porque, emergiendo del principio res non verba, el dirfeling, más que hablarse, se hace: es un idioma más de acción que de dicción. Según The Ethnologue, en el mundo existen 7.097 idiomas.

El dirfeling es el 7.098 y, como idioma, presenta dos rasgos sustantivos: es el único idioma que hablan 7.700 millones de personas y, por otro lado, aunque aparentemente es como el castellano porque utiliza su mismo alfabeto y vocabulario, la diferencia entre ambos reside en lo semántico.

Como cualquier idioma, el dirfeling dispone de su diccionario: se llama Dirfelario y, en su primera edición, sintetiza 100 conceptos clave para la gestión y desarrollo de la felicidad y que forman parte de ese 20% de palabras esenciales que utilizamos en el 80% de situaciones.

Científicamente sólido, técnicamente compacto y metodológicamente consistente, constituirá un handbook aplicado para todos aquellos profesionales cuyo propósito sea viajar y hacer viajar hacia la felicidad en las organizaciones.

Por eso, constituirá un texto indispensable para, de una forma ágil y estructurada, comprender, describir, explicar y predecir cómo y por qué se puede y se debe lograr ser más feliz trabajando. El Dirfelario se organiza en las 4 conjugaciones (o ejes) en las que el dirfeling clasifica sus 9 tipos de palabras: eje operativo (recursos, competencias y herramientas); eje teleológico (inputs, outputs y outcomes); eje metodológico (estados y procesos); y eje contextual (entorno).

Como cualquier idioma, el dirfeling permite hablar sobre las cosas y brinda la oportunidad de que sucedan, de crearlas, porque, con frecuencia, es el lenguaje el que precede a la realidad y ésta acaba siendo como la comunicamos. Esa felicidad hacia la que viajamos existe porque la decimos y existe del modo en cómo la decimos. Por eso, además de un idioma, el dirfeling es, también y a la vez, un discurso: el discurso de una realidad causal y no casual. Un discurso por el que organizaciones y personas forman un binomio indisoluble en el que, a diferencia de ayer, la felicidad es el coeficiente clave en la ecuación del rendimiento corporativo.

Hoy, ser feliz trabajando y maximizar la aportación de valor ha dejado de ser un oxímoron. Ya no es un relato aspiracional. Ya no. Hoy ya es condición necesaria, aunque no suficiente, para generar entornos saludables capaces de atraer, desarrollar y fidelizar talento. Un discurso que no está antes, ni después, sino durante; que no es origen, ni destino, sino trayecto.

Un discurso en el que se está, pero en el que no se es, porque, siendo eviterna, la felicidad organizacional es más proceso que estado. Un proceso con idioma y diccionario propios: dirfeling & Dirfelario.

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