Aunque el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) entre México y Canadá suele presentarse como un modelo ejemplar, presenta serias contradicciones, advirtió Aaraón Díaz Mendiburo, investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la UNAM.
Durante el conversatorio El presente y futuro de la migración y el trabajo en los invernaderos de alta tecnología en México y Canadá, el Doctor en Antropología destacó que, aunque los trabajadores migrantes son clasificados como “de baja calificación”, en realidad realizan labores especializadas, dominan sus actividades y resultan estructuralmente indispensables para la economía agrícola canadiense.
“Son considerados reemplazables en función de su origen en el sur global, pero, en la práctica, son insustituibles para las granjas canadienses. Además, aunque reciben un salario, esto no siempre garantiza condiciones dignas”, apuntó.
Díaz Mendiburo recordó que, en marzo de 2020, el entonces primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anunció el cierre de fronteras ante la pandemia de COVID-19 para todos los no ciudadanos o residentes, excepto estadounidenses. Sin embargo, apenas tres días después, se hizo una excepción para permitir el ingreso de trabajadores migrantes reclutados a través de programas como el PTAT, evidenciando su carácter esencial para la economía agrícola del país.
Por su parte, Marcela Juárez Morales, profesora de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM, subrayó que la explotación laboral en el sector agrícola no es exclusiva de Canadá: “También sucede en México”.
Al presentar un modelo aplicado en Sinaloa, Juárez Morales describió cómo persisten prácticas tradicionales como el “acasillamiento”, donde los trabajadores son alojados en las propias instalaciones agrícolas y considerados parte permanente de la fuerza laboral, sin que esto implique mejores condiciones laborales. Además, señaló que la tecnificación de los procesos productivos no ha ido acompañada de mejoras en los derechos o el bienestar de los trabajadores.
En Querétaro, añadió, prevalece la alta rotación de personal, con bajos salarios y sin apoyos de vivienda, a pesar de que a muchos se les asignan tareas adicionales. “Los incentivos a la productividad se calculan sobre el salario mínimo y se pagan por fruta o cultivo cosechado, en condiciones muy precarias”, denunció.
Luz María Hermoso Santamaría, profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de Chapingo, calificó la situación como una forma de “esclavitud moderna”. Explicó que aunque las jornadas laborales formales en los invernaderos canadienses son de ocho horas, en la práctica se extienden a 12 e incluso 16 horas diarias.
“Actualmente existen unas 200 mil granjas en Canadá, muchas con alta tecnificación —uso de energía eólica, sistemas automatizados y monitores de productividad—, pero en ellas laboran personas del sur global, incluidos miles de mexicanos, en condiciones precarias”, indicó.
Detalló que, a través del PTAT, se contrata a 27 mil 318 trabajadores agrícolas para labores en agricultura primaria, como apicultura, floricultura, producción de frutas, hortalizas, tabaco, viveros y procesamiento de alimentos. De ellos, 26,699 son hombres (97 por ciento) y solo 619 son mujeres (2.26 por ciento), con salarios que oscilan entre 15 y 18 dólares canadienses por hora.
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