Reuniones de quince minutos, todos de pie, un minuto para decir lo que traes. Sí. El mundo positivo y veloz está aquí ¡Bienvenido! Y, tal vez, requerimos algo más para acelerar la productividad. Porque puede que se nos escapen elementos claves.
El hábitat híbrido en el que vivimos, genera grietas donde habitan los silencios, las omisiones, los mal entendidos. En esta mezcla de presencialidad y digitalidad que la pandemia ha impuesto nos corresponde aprender nuevas formas de articulación de la acción humana. Este es el principal reto que se vive hoy en todas las organizaciones: dar con la mezcla perfecta de presencial/digital, veloz/lento.
Hasta el 2019 el trabajo se basaba en rituales conversacionales con un alto componente de presencia física. En ellos las asperezas del desencuentro se limaban cara a cara, a veces en la informalidad de un café compartido, a veces en abiertos conflictos donde las diferencias se exponían, con mayor o menor apertura, haciendo posible una salida.
A partir de la irrupción de la conversación digital, se rompen esos hábitos que daban plataforma al desempeño de un equipo. Encontrarnos a través del computador nos generó la ilusión de la continuidad, todo seguía adelante, incluso mejor, no nos dimos cuenta del crecimiento del silencio. No cualquier silencio, sino ese que perjudica, porque impide el aprendizaje, retarda la solución de conflictos, y mantiene los malestares, intensificándose escondidos en el callar.
Todos los sistemas callan
Chris Argyris (1923 – 2013) crea el concepto de “rutinas defensivas del callar”. Desde la Ontología del Lenguaje hemos desarrollado este tema, convirtiéndolo en un espacio de intervención en equipos que los sufren. Todos los sistemas callan, haciendo del silencio un hábito protector. No siempre somos conscientes de ellos y de sus consecuencias. Generan círculos viciosos que alejan a todos los involucrados de alcanzar la excelencia en su desempeño, obstaculizan el aprendizaje y enrarecen el clima emocional.
En esos bolsones de silencios, nadie logra superar los obstáculos. Frente al vacío que genera el callar, la imaginación se dispara. La información que no llega porque “la callas”, la invento. Nuestro cerebro está seteado para completar imágenes, vemos caras en un estampado, creamos historias a partir de trozos del cuento. Veo tu rostro en el cuadrito de la reunión digital, percibo tu disgusto, y sin darme cuenta, interpreto lo que está pasando, pero con un déficit importante de señales porque no alcanzo a percibirlas y con ellas, obtener el contexto necesario para comprender la situación.
Nuestra capacidad para dar contexto a las circunstancias es lo que nos diferencia de la inteligencia artificial. Hoy esa competencia está en jaque frente a las restricciones de la digitalidad.
Para hacer aún más complejo el tema, los seres humanos gozamos de un sistema nervioso evolucionado para sobrevivir. Este sistema nos permite maravillas como la ética o la estética, pero también por su función de preservar la vida, se sesga con fuerza hacia lo negativo. Tendemos a no olvidar las experiencias negativas, mantenemos frescos los recuerdos de problemas, traumas, conflictos. Enfrentados al silencio del otro, es muy probable que la interpretación se construya con el hilo de la negatividad. Desde fantasías catastróficas, conspiraciones, hasta pesadillas y desconfianzas.
El sentido del trabajo
Así, perdemos productividad, niveles de desempeño, sobre todo perdemos el sentido del trabajo que hacemos juntos, por las dificultades para coordinarnos en un hábitat que aún no manejamos plenamente.
En la mezcla está la clave. El campo de lo híbrido está abierto. Lo digital nos permite subir la velocidad, y ahorrar impacto ecológico. Lo presencial complementa y hace profundo el contacto. Es necesario un nuevo aprendizaje ontológico que nos permita reconfigurar el sentido de esta vida en “blend”. Potenciar las reuniones presenciales, aprender a sacarle más provecho a las digitales. Incorporar en cada persona y en cada equipo las competencias genéricas que permiten optimizar esta nueva forma de conversar para trabajar.
Cada empresa, con su cultura, debe generar su única y dinámica mezcla para crear nuevas rutinas que generen círculos virtuosos de crecimiento. El Coaching Ontológico, es una poderosa forma de lograrlo para intervenir en los procesos de los equipos y de las personas, creando las condiciones para un nuevo tipo de aprendizaje. El compromiso consiste en avanzar con el equipo, innovando su red conversacional, como principal fuente de agregación de valor.
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