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Lizeth Quintanilla, Directora de Talento de Veolia México
La reforma de las 40 horas no es el fin, es el comienzo
POR Lizeth Quintanilla, Directora de Talento de Veolia México, 19:50 - 24 de Julio del 2025
La reforma de las 40 horas no es el fin, es el comienzo

Reducir la jornada laboral a 40 horas semanales ya no es una utopía lejana ni, definitivamente, tampoco una amenaza para la competitividad. Es, en realidad, una oportunidad para redefinir nuestra relación con el trabajo. En México, donde las personas laboran en promedio 44 horas a la semana —y una parte importante supera las 49 horas—, esta reforma no solo plantea un cambio legal, sino un cambio cultural.

El verdadero desafío no está en contar las horas, sino en entender qué hacemos con ellas. ¿Cómo trabajamos? ¿A qué costo humano? ¿Y con qué resultados reales? Porque si bien es cierto que México figura entre los países con más horas trabajadas, no lidera en productividad.

Distintos países han recorrido este camino a su manera, priorizando lo que era mejor para su contexto. Francia redujo de 39 a 35 horas de manera progresiva, con incentivos fiscales y fases de transición que permitieron adaptar estructuras sin perder eficiencia. Chile optó por una implementación gradual —de 45 a 40 horas— en un periodo de cuatro años, con esquemas flexibles para distintas industrias. Islandia realizó ensayos a gran escala antes de extender la jornada reducida y logró mantener la productividad e incrementar notablemente el bienestar de los trabajadores, sin frenar su crecimiento económico.

Estos casos demuestran que no existe un único modelo y, sin embargo, comparten la convicción de que trabajar menos, con enfoque y responsabilidad, puede generar mayor valor humano y económico.

En contraste, en México se sigue impulsando el presentismo, en donde las personas están, pero no rinden. Las jornadas largas suelen estar cargadas de estrés, ansiedad y fatiga crónica. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, las cargas laborales excesivas están vinculadas a más de 750,000 muertes al año a nivel global. Es un modelo que no solo resulta insostenible, sino profundamente injusto.

Para que la reducción de la jornada laboral sea viable en México, debe pensarse como un proceso progresivo, pero con metas claras. Una reducción escalonada en un periodo de 4 a 5 años —empezando por sectores más formales y estructurados— permitiría a las organizaciones rediseñar procesos, capacitar equipos y reorganizar turnos sin perder eficiencia. En paralelo, sería necesario establecer mesas de diálogo entre gobierno, empresas y sindicatos para asegurar una implementación ordenada, sectorialmente diferenciada y con acompañamiento técnico.

Pero este cambio no puede lograrse unilateralmente. Las empresas deben complementar el proceso regulatorio con iniciativas de bienestar integral, políticas de corresponsabilidad y una reevaluación exhaustiva de su cultura organizacional. El objetivo no es meramente el cumplimiento legal, sino la redefinición del futuro laboral desde una perspectiva más humanista.

Además, esta discusión se cruza con otros retos urgentes: ¿cómo atraer y retener a las nuevas generaciones? ¿Cómo construir ambientes verdaderamente diversos e inclusivos? ¿Y cómo identificar el talento no solo por su historial, sino por su potencial de adaptación y crecimiento?

Los jóvenes profesionales de hoy valoran el propósito, la coherencia y las condiciones laborales dignas más que nunca, sobre la estabilidad o salario competitivo. Algunas empresas han comenzado a responder con acciones concretas: iniciativas para fomentar el equilibrio entre la vida personal y laboral, así como medidas específicas para promover la inclusión, como licencias extendidas de maternidad y paternidad, y espacios de capacitación continua. En el caso de Veolia, por ejemplo, se han implementado redes de formación colaborativa en América Latina que combinan el desarrollo de habilidades técnicas y blandas en jóvenes, con una comprensión profunda del negocio y el fortalecimiento de su capacidad para enfrentar desafíos estratégicos reales.

Estas acciones demuestran que es posible construir entornos laborales que respondan a las expectativas de las nuevas generaciones sin comprometer la productividad, y marcan un referente para otras organizaciones que buscan adaptarse a los cambios del mundo del trabajo en México.

Aunque la reducción de la jornada laboral no es la solución definitiva, sí representa una oportunidad para replantear y transformar valientemente el ámbito laboral. Es crucial desarrollar un modelo propio que tome en cuenta nuestra realidad, pero que no se resigne a ella, más allá de las referencias internacionales.

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