Acabo de leer un artículo, por cierto, bastante largo, acerca de qué hicieron los japoneses para que el pescado fresco que pescaban en altura llegara en buenas condiciones.

El resumen, como cada vez tenían que ir más lejos a pescar y aunque mantenían el pescado vivo en grandes tanques, debido a su baja actividad, estos perdían parte de su sabor y textura.

Los pescadores descubrieron que la solución era meter pequeños tiburones para que persiguieran a los peces y estos llegaran activos y, por ende, sin perder propiedades.

Había alguna pérdida por el camino, los tiburones se comían algún pez, pero como se suele decir: daños colaterales, la pérdida no es tanta y el beneficio es alto.

¡Qué listos estos japoneses! Ahora mismo voy a contratar un par de tiburones para mi empresa, de esos que enseñan los dientes, gritan mucho y dan mucho miedo, de esos que todo el mundo corre o tiembla al verlos. Mis empleados estarán muy pero que muy activos y alertas. Habrá algún daño colateral, pero…

Y qué peces se querrán comer los tiburones, ¿Los más pequeños o los más grandes?

Me imagino que al primero que puedan y no creo que piensen en mi beneficio, más bien solo en saciar su apetito, al fin y al cabo, son tiburones.

Igual no es tan buena idea ponerlos en mi empresa.

Si quiero que mis empleados estén activos, puedo obligarlos bajo presión y sé que seguro tendré alguna baja (modelo tiburón) o intentar motivarlos para que estén activos y se muevan.

Lo tengo, mejor contrataré un buen entrenador personal, de esos que saben lo que necesita cada persona, que entienden sus necesidades particulares, que consiguen sacar lo mejor de cada uno…

Ya está.

Primero se lo voy a contar a los pescadores japoneses, seguro que hay algún pez motivador dentro de la fauna marina.

Después, miraré en Amazon, seguro que encuentro algún entrenador personal a buen precio, no puede ser difícil encontrarlos.

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